Forn d’Alcedo levanta la persiana
La apertura de la carnicería marcó ayer un nuevo hito en la recuperación del Forn d’Alcedo, una pedanía de València que ya ha recuperado casi todo su comercio local, concretamente dos bares, dos supermercados y la farmacia.

El bar de la plaza del Río Segura es uno de los establecimientos que ya han reabierto / Moisés Domínguez

«Estamos en nivel 5 sobre 10». Siendo diez no la felicidad máxima, sino la normalidad rutinaria. Pero da la sensación de que los próximos números enteros se irán conquistando con exasperante lentitud. Detrás de ella, el Forn d’Alcedo trata de pasar los días como si no hubiese pasado nada. Pero pasa. Las señales continúan a la vista y después de tres semanas largas, la evolución de las personas es otra: la psicóloga tiene trabajo todos los días en su consultorio, dentro de la alcaldía pedánea.
A mitad de camino entre la destrucción masiva de La Torre y los daños considerables de Castellar-L’Oliveral, el Forn d’Alcedo, seguramente la pedanía más anónima del sur de València, sigue superando etapas. Ayer sumó otra: Sanidad hizo la inspección y dio el visto bueno a la carnicería. Un paso más en una población donde los comercios empiezan a levantar la persiana. Ya lo han hecho un par de bares, la farmacia y un par de pequeños supermercados. «Falta el horno, que ya veremos cuando puede reabrir», dice la alcaldesa, Consuelo Tarazona. Esto, unido a la apertura del colegio a primeros de semana no cambia el presente, pero lo mejora levemente. Son percepciones en un barrio que todavía tardará en recuperarse.

El bar de la Sociedad Recreativa ha recuperado la normalidad / Moisés Domínguez
En Forn d’Alcedo respiran porque las pérdidas han sido materiales. Con las aguas ya remansadas y sin vecinos desaparecidos o fallecidos. Pero ni mucho menos están lejos de una prosperidad que tardará mucho en regresar. Una cosa son los comercios y otra los talleres que también ocupaban las numerosas plantas bajas, de las que ninguna se libró de la acometida del agua.
Vuelve el bar del pueblo
La entrega de alimentos se ha centralizado en un pequeño bajo, enfrente de la poca vida comercial que tiene el barrio. Y la Sociedad Recreativa Horno de Alcedo ya viene a ser lo que toda la vida: un bar de pueblo, después de días y días en que era un «bocadillódromo» para voluntarios y vecinos. También hay mesas en la terraza del bar El Parque, junto a la plaza del pueblo, la del Río Segura.

La alcaldesa pedánea lleva un carro de agua al centro de recogida / Moisés Domínguez
Parque automovilístico forzoso
Son muchos los problemas que hay todavía pero sobre todo hay uno que preocupa: la movilidad. Vale que el autobús acude regularmente (el propio y extensiones de los de La Torre) pero eso sólo deja a mitad de camino: en el centro. «Hay mucha gente que aquí tenía en el coche su herramienta. Puedes haber salvado el puesto de trabajo, pero si no tienes como llegar, porque no tienes coche, tienes un problema y grave». De momento los hay que van de prestado. «Antes, sólo con ver el coche ya sabías quien venía o quien pasaba. Ahora la gente va con automóviles prestados y no sabes quienes son».

Aún quedan coches destrozados en los solares / Moisés Domínguez
Tiempo detenido
El parque de la Plaza Río Segura sigue cerrado, se apilan los capazos, rastrillos y palas y el tiempo parece haberse detenido: carteles de Cultura a las Pedanías, un encuentro de bandas de música, una velada de boxeo de Sedaví o la convocatoria de la asociación de vecinos que nunca llegó a producirse. Ahora, los carteles en los portales son diferentes: «Cierra la puerta y limpia tus zapatos en cajas de cartón, por favor. Traemos todo el barro a nuestras casas y no es saludable».
El Polígono, a mitad camino
El escenario de guerra sigue estando en el Polígono, donde radica la gran incertidumbre de futuro. Algunas naves empiezan a tener actividad de entrada y salida de mercaderías, mientras otras siguen en precario o en destrucción masiva. Es el único sitio de todo el término donde todavía hay barro fresco. La sensación es que las naves fueron una ruleta rusa. Hay algunos que ya están funcionando. Otros no dejan de sacar lodo. «Si en la nave tenías un sótano, estás perdido. Si la tenías un poco en altura, has salvado mucho de tu futuro» comenta un operario junto a una nave que tardará mucho en volver a ser lo que fue. El polígono no era una gallina de los huevos de oro para el Forn porque no es un ayuntamiento propio. «Pero sólo con la gente que venía aunque fuera para almorzar, ya se hacía algo» dice Chelo Tarazona.

La plaza de la iglesia, con el autobús recuperado / Moisés Domínguez
Ahora preocupa la salud mental
Queda la salud mental. En el ambulatorio lo tienen radiografiado. «La población envejecida empieza a darse cuenta de lo que ha pasado y es ahora cuando empieza a sufrir». El barrio se reparte entre casas de pueblo donde el agua y el barro malogró todo lo que estaba por debajo de un metro y fincas sesenteras.

Bicicletas deterioradas junto a la alcaldía pedánea / Moisés Domínguez
A los adultos se les recomienda estar pendiente de los mayores. Mientras pediatría recibe a un matrimonio que lleva un niño nacido en plena batalla contra el lodo. Tiene una semana. El Forn d’Alcedo tiene muchos meses por delante para parecer normal del todo.
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