La reciente noticia del arrendamiento por parte del Grupo Hostelero Alameda de un nuevo local donde reubicar el conocido restaurante de Típics, desde su antiguo emplazamiento de la Baixada de l’Estació a la planta baja de la única finca modernista de Xàtiva, nos impulsan a escribir una breve reseña sobre la curiosa historia comercial de este singular rincón de la geografía urbana setabense, que continúa con la tradición hostelera, iniciada por el anterior inquilino de Canela y Clavo. A lo largo de su historia, la planta baja de la Casa Botella fue: teatro, el Principal; cine, del Fuster y León; banco, el Hispano-Americano, y en pleno siglo XX, restaurante. Gran dinamismo comercial propio de un ensanche urbano que pasó de ser centro industrial del extrarradio, a zona de ocio y actividades varias, donde un setabense Hilario Botella Satorres se convirtió en empresario implicado en el nacimiento de una nueva Alameda, llena de edificios de viviendas y servicios financieros. La historia del chaflán está íntimamente ligada a la del Portal del Lleó, hoy trasladado a la rotonda de a Xàtiva, cuando se accede a la ciudad desde la autovía. Fue la entrada más monumental de la ciudad amurallada, a la que en 1818 se le añadió una fuente de fauces de León, con cuya agua se daría la bienvenida a viajeros y a los sedientos motores de sangre. A su vera se levantó un trinquet, reconvertido en teatro a lo largo del siglo XIX, cuya funcionalidad no perduró mucho tiempo. A inicios del siglo XX, el Principal ya no presentaba función alguna, siendo reutilizado por el ayuntamiento como almacén municipal y parque de bomberos. En el verano de 1902, se planteó la posibilidad de enajenar en subasta pública el Teatro y derribar el Portal, ya en estado ruinoso y sin ninguna funcionalidad, una vez desaparecidas las murallas de la urbe.
Subastado el teatro, Hilario Botella se hizo con el edificio para levantar su residencia familiar de nueva planta. Sobre julio de 1906 iniciaba las obras de la que fue la finca de pisos más moderna de la ciudad. Acabada en 1908, su belleza contrastaba con el deteriorado aspecto del Portal del Lleó. Definido como conjunto antiestético, y tras arduo debate, los poderes públicos decidieron desmontar las piezas más notables del Portal y trasladarlas para decorar la fuente de 25 caños. Todo con la financiación de don Hilario. Algunas se aprovecharon mucho tiempo después para levantar la réplica en la rotonda de a Xàtiva viniendo desde la autovía.
Hilario Botella llegó a Xàtiva procedente de Bocairent para trabajar en las destilerías de los Requena o Pons sitas en la calle Argenteria de Xàtiva. En 1887 debuta como fabricante de aguardiente independiente, abriendo alambique propio, al tiempo que participa en política, y se casa. A inicios del siglo XX decide participar en la fundación del partido Unión República y, siguiendo la estela de los Requena, deslocaliza residencia y negocio de Argenteria a l’Albereda, como había hecho el gran patriarca de las destilerías locales, Manuel Requena, del que pensamos fue su gran referente. A inicios del siglo XX, los Requena y Botella dominaron el lucrativo negocio del alcohol en Xàtiva, diversificando la producción del aguardiente en forma de jarabes, a lo que sumaron respectivamente la venta de arroz y vinos. Por aquellos años, llegaron otros grandes competidores, Ricardo Sanz Ortiz en la Baixada del Carme, y la fábrica de Mompó y Bernabeu, todos oriundos de Aielo. En Reina, se acrecentó también la competencia con la llegada de Inocencio Pons Ibañez y Joaquín Ortiz Penalba, entre otros.
Situada la residencia y la fábrica en sus inmediaciones, saneado el chaflán donde se alza la majestuosa finca Botella, decidió Hilario seguir emprendiendo para invertir en un novedoso negocio: el cine. Corría el año de 1908, cuando otro emprendedor de Xàtiva, Juan Fuster Garí, solicitaba licencia al ayuntamiento, para situar un cinematógrafo en los bajos de la casa del empresario licorero Hilario Botella. Las autoridades municipales dieron luz verde al proyecto, y el señor Fuster obtuvo el permiso para localizar un motor a gas de ocho caballos y una dinamo, y todos los elementos necesarios para poder acomodar personas ante una gran pantalla.
El cine Fuster intentó luchar contra la falta de sonido y el molesto cambio de rollo de celuloide, contratando a un locutor, el señor Juárez, para que ilustrara al público sobre el argumento de lo que estaban viendo. Después se acudió a las sociedades musicales locales, a la busca de pianistas e instrumentos de cuerda para que animasen las películas y de paso diesen acompañamiento musical a los artistas de varietés, que completasen la oferta con espectáculos de toda índole, con especial atención a cantantes o bailarinas de buen ver que hiciesen de la venta de entradas un negocio rentable y viniesen a complementar la sosa oferta del cine mudo. Dos años duró aproximadamente el cine Fuster, hasta que Hilario Botella decidió comprar el cinematógrafo y rescindir el contrato de arrendamiento, y convertirse él mismo, tal vez, en el primer empresario licorero-cinéfilo-teatral autóctono de la historia de Xàtiva, que el rebautizaría, como no podía ser de otra forma, con el nombre de cine del León.
Diez años de existencia tuvo aproximadamente el cine del León, hasta que Hilario decidió abandonar el negocio, tal vez por la dura competencia del Salón Setabense o por la nueva oportunidad surgida para todo aquel propietario de un local en alquiler que siempre sueña con tener de arrendador a una entidad financiera. En 1919, Xàtiva tuvo el honor de ser una de las 26 ciudades de España en las que el Banco Hispano Americano deseaba abrir sucursal. La planta baja del edificio Botella sito en la Alameda, por entonces conocida como Avenida Canalejas, fue el emplazamiento ideal. Dos meses duraron las obras para la readaptación del patio de butacas en oficina bancaria que debía dar trabajo a diez empleados. Empezaba así la historia de l’Albereda como centro financiero de Xàtiva.