Opinión | Las científicas cuentan
El aprendizaje cooperativo a través de la simulación
La catástrofe natural vivida en la provincia de Valencia nos invita a hacer una reflexión acerca de la importancia que adquiere la promoción de valores y competencias sociales desde la educación
Homenaje en el Pont de la Solidaritat. / Eduardo Ripoll
En los últimos años, la formación del profesorado está cambiando su enfoque hacia una orientación más centrada en el alumnado y su desarrollo holístico. Uno de los modelos pedagógicos que ha cobrado mayor protagonismo es el Aprendizaje Cooperativo, basado en la colaboración entre alumnado para lograr los objetivos comunes que se proponen. Este enfoque promueve las habilidades sociales que tanta relevancia tienen en la vida personal y profesional de las personas. Pero ¿cómo se puede orientar para simular situaciones de aprendizaje que se asemejen a la realidad? ¿cómo puede orientarse para influir sobre la capacidad del alumnado y de la sociedad para afrontar situaciones de emergencia climáticas?
Un claro ejemplo reciente que hemos vivido en Valencia ha sido el caso de la DANA (Depresión Aislada en Niveles Altos), que afectó a la región de Valencia en octubre de 2024, provocando fuertes inundaciones devastadoras e importantes pérdidas humanas y materiales. Esta catástrofe puso a prueba la infraestructura, los sistemas de emergencia, la coordinación y la capacidad para responder por parte de la población. Esto supuso una fuerte reflexión sobre cómo la práctica, a través de la simulación de situaciones de aprendizaje, puede fortalecer estas competencias sociales y ciudadanas.
El Aprendizaje Cooperativo es una metodología activa a través de la cual el alumnado trabaja en pequeños grupos. Algunos de sus principios con la interdependencia positiva, la responsabilidad individual y compartida, la interacción cara a cara, el empleo de habilidades sociales y la autorregulación del grupo, además de la creatividad. Esta estructura supone un avance respecto a los modelos tradicionales de enseñanza-aprendizaje, más orientados hacia un enfoque individualista. Esta metodología desarrolla competencias como la comunicación efectiva, el reparto del liderazgo, la empatía, la resolución de conflictos o la toma de decisiones desde un enfoque del consenso, entre muchas otras. Como resultado, estas habilidades van más allá del ámbito formativo, y pueden ser aplicables a cualquier entorno social, adquiriendo protagonismo en situaciones catastróficas.
Ilustración de Andrea Corrales / Andrea Corrales
Una de las críticas más recibidas hacia el sistema educativo tradicional ha sido su baja transferencia con la realidad, ya que el alumnado memorizaba contenidos teóricos que en casos muy excepcionales podían aplicarse a contextos reales. De ahí, que la mayor fortaleza del Aprendizaje Cooperativo sea su transferencia a las situaciones de la vida real, retando la capacidad para resolver problemáticas de índole compleja, la toma de decisiones de forma grupal, la gestión de diferentes puntos de vista, o la coordinación de los diferentes roles y responsabilidades. Esta transferencia es aún más notable en contextos de emergencia, en los que la colaboración es clave para la supervivencia y la recuperación. La DANA, en Valencia, nos mostró la forma en que muchas personas actuaron acorde a unos principios de solidaridad y organización.
La catástrofe natural de la DANA fue un incidente meteorológico poco habitual. Su magnitud y los daños ocasionados pusieron de manifiesto importantísimas deficiencias en la planificación institucional. Los comportamientos humanos emergentes, como fenómeno auto organizativo, en respuesta al sistema complejo, demostraron su arraigo en valores y capacidades que pueden y deben promoverse desde el sistema educativo. Así, si desde las aulas de formación se fomenta el trabajo en equipo, la empatía, la participación ciudadana en términos democráticos y las acciones de forma colectiva, estas dinámicas se establecerán en la sociedad.
Algunos principios que podemos seguir para que el Aprendizaje Cooperativo se instaure en las dinámicas sociales son: la formación docente, diseñando situaciones de aprendizaje que se asemejen a la vida real de las personas ciudadanas; la creación de entornos seguros que promuevan la participación en el aula desde el respeto y asumiendo responsabilidades; el diseño de proyectos interdisciplinares, integrando el Aprendizaje Cooperativo en situaciones que simulen la realidad; la evaluación formativa y compartida, valorando las habilidades desarrolladas durante el proceso e incluyendo autoevaluaciones, coevaluaciones y reflexiones grupales; fomentar el desarrollo de la competencia social y ciudadana, formando a personas comprometidas y capaces de actuar de forma responsable.
En conclusión, la catástrofe natural vivida en la provincia de Valencia nos invita a hacer una reflexión acerca de la importancia que adquiere la promoción de valores y competencias sociales y ciudadanas desde la educación. Si formamos alumnado que sepa trabajar en equipo, sea eficiente en la resolución de problemáticas y en la escucha y el apoyo a otras personas, contribuiremos al desarrollo de una sociedad más empática. Por ello, adquiere especial relevancia la implementación de metodologías activas que actúen como motor para la transformación social, haciéndose visible en las situaciones de la vida real.
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